Nuestra historia comienza en un aula de la Facultad de Geografía de la Universidad de Sevilla, en la que una serie de desconocidos de todas partes del mundo tuvo la suerte de conocerse.

Algunos de ellos, los autodenominados "supervivientes", todavía resisten al paso del tiempo, y motivados por su afán de salir de la jaula de cemento en la que viven entre semana, cada poco, se juntan para hacer camino juntos. Caminando se disfruta más del viaje.

lunes, 22 de septiembre de 2014

En el techo de la península II. (por Guepardo Trepador)

Hace ya unos meses de aquel episodio (más de año y medio) y, sobre todo, muchas aventuras más en mi cabeza, pero trataré de ser lo más fiel a la verdad que pueda relatando esta historia.

Como dijo Tano en En el techo de la península I , episodio Veleta (http://tarramikitas.blogspot.com.es/2012/11/en-el-techo-de-la-peninsula-i-episodio.html#more), la segunda noche disfrutamos de la comodidad de una mesa para tres y algún que otro banco para el resto de los expedicionarios en el cómodo refugio de La Caldera, con la grata compañía de un grupo de ruidosos fumadores de porros y bebedores de vino que tuvieron a bien amenizarnos la noche con sus charloteos. Aunque la fiesta nos atrajo mucho y estuvimos a punto de unirnos, pudimos contener nuestras ansias y conseguimos dormir lo suficiente para empezar el segundo día de caminata con todas nuestras fuerzas.
Posando en el refugio de La Caldera


Por la manana, después de salir a congelarnos el culillo haciendo pis y las manos fregando los cacharros de la noche anterior (¿Quién dijo que en Andalucía no hace frío? ¿¿Dónde están ahora los del cambio climático??), cogimos mejores sitios (pues íbamos a dormir esa noche ahí también) y desayunamos no me acuerdo qué sentados alrededor de la misma mesa que fue nuestra cama previamente y charlando con otros caminantes que, como nosotros, se disponían a subir el Mulhacén ese día.
Antes de subir, un poco de estiramiento, algo de yoga (sólo para los frikazos) y parriba.
¡¡Vaya con la subidita!! ¡¡¡Pero vaya con la subiditaaa!!! No recuerdo cuánto tardamos, pero recuerdo parar por el camino a descansar (y eso que no es un camino muy largo) y que un grupo de personas nos pasase con la cara blanca de "no pienso, sólo subo", y minutos después, habiendo retomado la marcha, pasarlos a ellos, probablemente con la misma cara, y reírnos los unos de los otros.
Pero después del esfuerzo, llega la recompensa, y qué recompensa! El que no haya subido aún al Mulhacén, que vaya preparando la ruta porque está obligado a ello.
En la cima.
Ni siquiera el frío viento que soplaba nos impidió disfrutar de la cima, asomarnos por la cara norte para sentirnos pequeñitos ante tremenda montaña y ver la península desde su punto más alto.
Pi asomada al abismo

Por supuesto, esperamos nuestro turno para subir al punto geodésico y hacernos la foto de turno (agarrándonos fuerte, porque vaya cómo soplaba el viento...), y después de un descansito y algo de comer, y alguna que otra chorrada, porque pese a que somos un grupo de personas muy serias, de vez en cuando nos dejamos llevar...
Tano escondidoVemos como el cazador de la sierra espera a su presa agazapado tras una roca...
Aquí podemos verlo de nuevo con parte de su manada camuflándose entre las presas justo antes de lanzar el ataque.

Como decía, después del descansito y demás, decidimos bajar un poco (más no podíamos subir) hasta Siete Lagunas y salir del paisaje lunar que nos rodeaba durante un rato para sentirnos de nuevo en la Tierra.
Eso sí, una Luna con un cielo espectacular :)
Como no podía ser de otro modo, después de la subida al Mulhacén teníamos un buen humor que nos salía por los poros y que hizo que bajásemos casi dando saltos y cantando por los Delinqüentes, Fito y demás, por supuesto sin sabernos ninguna canción entera :)

Por el camino vimos cabras y poco más... es decir, no vimos gente. Eso, cuando vas por el campo un poco desorientado, no es muy buena señal, pero no hay por qué desmotivarse, ¿no? Seguimos andando, seguimos bajando, la liamos parda un rato, paramos a comer, la liamos otra vez y, después de unas cuantas vueltas arriba y abajo, un poco perdidos por uno camino que no describiría yo como el más fácil de los alrededores (sólo vimos pasar por allí a un loco en plan Rambo "soy guay y tiro por este camino por mis buevos"), encontramos a un grupo de gente que nos indicó el camino (sí, llevábamos mapa... pero no era muy bueno... ¬¬).

Se nos ve la felicidad en la cara, ¿a que sí?
Así que quince minutos después, ya reencontrados, estábamos disfrutando de las maravillosas vistas de Siete Lagunas y de la agradable temperatura de sus aguas. A la loca de Andrea le agradó tanto que se bañó y todo (ni frío, es que me meto).

Pero como no habíamos tenido suficiente, porque cuando la montaña engancha, engancha de verdad (como la española esa que besa), hicimos otra cimita, para no perder ritmo ;)

En lo alto de... ¿La Alcazaba? ¿Culo de Perro? Al fondo el Mulhacén.
Antes de que se pusiera el sol decidimos volver al refugio para descansar un poco antes de hacer la vuelta al día siguiente, que menos mal que lo hicimos porque vaya vuelta. Pero ésa, como dicen en La historia Interminable, eses otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Eso sí, para termina el día, nada mejor que ver el atardecer entre montañas
Y cenar, claro, pero de eso no hay foto, la sopa de sobre no es tan interesante.
Y hasta que nos leamos de nuevo, buena caza y largas lunas.
Guep Trep.

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